El hombre: víctima silenciosa del patriarcado

Cuando hablamos de patriarcado, a menudo lo asociamos exclusivamente con las opresiones y desigualdades que afectan a las mujeres. Y aunque estas son innegables, el patriarcado también ha tejido una red de expectativas que, aunque otorgan privilegios a los hombres, los encarcelan en roles que les hacen daño.

A lo largo de la historia, al hombre se le ha asignado el papel de cazador, de proveedor, de protector. Una figura fuerte y dominante, alejada de las emociones, cuya misión era mantener su posición de autoridad en la familia y en la sociedad. Este modelo ha sido perpetuado por generaciones, grabado en la cultura, la religión y los sistemas de poder. Pero, ¿qué sucede cuando este mismo modelo se convierte en un lastre?

La trampa de la fortaleza

Desde pequeños, muchos hombres escuchan frases como: “Los niños no lloran”, “Sé un hombre” o “No muestres debilidad”. Estas palabras, aparentemente inocuas, son la base de un sistema que les enseña a reprimir sus emociones y a cargar con un ideal imposible de cumplir. En este esquema, cualquier signo de vulnerabilidad se percibe como un fracaso, algo que socava su identidad masculina.

Como resultado, muchos hombres enfrentan dificultades para conectar con sus emociones, incluso para reconocerlas. No es raro que carezcan de amistades profundas en las que puedan hablar abiertamente de sus sentimientos, lo que a menudo los lleva a una soledad emocional. Mientras las mujeres suelen contar con redes de apoyo en las que pueden expresar sus miedos y anhelos, los hombres tienden a replegarse en sí mismos, atrapados en el silencio que les impone su rol.

Privilegios que pesan como cadenas
El patriarcado les ha concedido ciertos privilegios: mayor acceso al poder, al dinero, a la toma de decisiones. Sin embargo, estos beneficios también vienen con un precio. La obligación de ser el proveedor principal y la figura fuerte de la familia puede generar una presión aplastante. Esta responsabilidad, vista como un pilar de la identidad masculina, puede derivar en estrés crónico, ansiedad y problemas de salud mental que rara vez se abordan.

Además, la idea de que los hombres no necesitan ayuda —ni emocional, ni práctica— dificulta que busquen apoyo, tanto en lo personal como en lo profesional. Esto no solo perpetúa su aislamiento, sino que también los convierte en víctimas de un sistema que aparentemente les favorece.

Rompiendo el ciclo

Reconocer que el patriarcado también afecta a los hombres no implica restarle importancia a las luchas de las mujeres. Más bien, nos invita a entender que este sistema no beneficia a nadie en el fondo. Para los hombres, la liberación del patriarcado significa ganar el derecho a ser vulnerables, a llorar, a pedir ayuda, a construir relaciones profundas y auténticas.

Es esencial que como sociedad empecemos a educar a las nuevas generaciones con una visión más amplia y humana de lo que significa ser hombre. Esto incluye desmantelar los estereotipos que los reducen a roles de fuerza y dominio, y permitirles explorar una masculinidad que sea más real, más libre y más igualitaria.

El camino hacia una sociedad justa pasa por liberar tanto a mujeres como a hombres de las cadenas invisibles del patriarcado. Porque, al final, todos merecemos vivir sin máscaras, sin roles impuestos, sin miedo a ser quienes realmente somos.

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