Los has visto en Instagram. En TikTok. En ese reel que te salió justo después de una foto tuya donde te sentías fatal con tu cuerpo. Un vaso verde, un cuerpo delgado, un texto: “Bebí esto todas las mañanas y bajé 5 kilos sin esfuerzo”. Milagro, o eso te quieren hacer creer.
La cultura del detox es uno de los disfraces favoritos de la gordofobia. Se vende como “salud” pero huele a presión estética. No es casualidad que los zumos verdes, los batidos “quemagrasas” o las dietas líquidas tengan siempre como objetivo final el mismo: adelgazar. No mejorar tu salud, ni cuidar tu cuerpo, ni mucho menos respetarlo tal como es. Solo encogerlo.
¿Qué tienen estos zumos?
Espinacas, pepino, apio, jengibre, limón… En sí, nada dañino. Pero si te los venden como una solución mágica para perder peso, te están estafando. Porque no, un zumo no puede sustituir una comida. Y tampoco quema grasa mientras ves Netflix.
Lo que sí hace es alimentar un sistema que nos quiere obsesionadas con cambiar nuestros cuerpos. Que nos quiere siempre en guerra con nosotras mismas.
El problema no es el zumo. Es el discurso
Tomarte un zumo verde porque te apetece, porque te gusta, porque te sienta bien… perfecto. Pero cuando lo haces porque odias lo que ves en el espejo, porque alguien en redes te hizo sentir culpable, porque crees que tu valor depende de un número… ahí es cuando hay que parar.
Porque eso no es salud, es castigo. Y muchas veces, disfrazado de “bienestar”. La salud no tiene talla
Los cuerpos gordos existen. Comen sano. Hacen deporte. Y también tienen derecho a existir sin justificarse. El problema no es que nos cuidemos, es que ese “cuidado” siempre esté condicionado a perder peso. A encajar y a desaparecer.
Así que la próxima vez que veas ese batido milagroso en redes, respira. Cuida tu cuerpo, sí, pero desde el respeto. No desde el rechazo. No desde la culpa.
Y sobre todo, recuerda que lo único que tiene que adelgazar es la gordofobia, no tú.



