Chimamanda Ngozi Adichie, escritora nigeriana, se vio recientemente envuelta en una controversia que sacudió a los círculos feministas tras confesar que utilizó un vientre de alquiler para tener a sus hijos. Lo que más sorprendió y generó una reacción intensa no fue tanto su decisión, sino la oleada de críticas que recibió, cuestionando su feminismo y su coherencia con la defensa de la autonomía de las mujeres.
Otras mujeres, como Sarah Jessica Parker, Nicole Kidman, Elizabeth Banks o Reese Witherspoon, también recurrieron a la maternidad subrogada, pero no enfrentaron un juicio tan severo.

¿Por qué la respuesta ante Chimamanda ha sido tan diferente?
El feminismo, que debería defender la autonomía de todas las mujeres, a veces parece aplicar estándares distintos según la raza o el origen. Aquí entra en juego una cuestión compleja: el racismo estructural dentro del feminismo.
Como mujer africana y negra, Chimamanda ocupa una posición vulnerable en la que sus decisiones personales y su militancia feminista son constantemente cuestionadas. En contraste, las mujeres blancas de Hollywood disfrutan de un grado de protección y legitimidad que les permite tomar decisiones similares sin recibir los mismos ataques.
Este caso refleja una realidad incómoda: las mujeres negras, especialmente las que provienen de contextos no occidentales, a menudo enfrentan un escrutinio mucho más riguroso y, a veces, casi insostenible.
No se trata de un fenómeno aislado. Forma parte de una narrativa más amplia, donde el feminismo occidental —dominado por mujeres blancas— suele olvidar o minimizar las experiencias y elecciones de mujeres racializadas. Cuando una mujer blanca y con recursos opta por la maternidad subrogada, se la presenta como empoderada y libre. Pero si una mujer negra toma la misma decisión, se cuestiona su moral, su feminismo, su autenticidad.
Es importante recordar que, como mujer africana, no tienes por qué tomar una postura definitiva sobre la maternidad subrogada. Esta es una decisión profundamente personal, y cada mujer tiene sus propias razones, deseos y circunstancias. Sin embargo, lo que sí es innegable es cómo la reacción contra Chimamanda evidencia el papel del racismo sistémico en la percepción de las mujeres negras dentro —y fuera— del feminismo.

Nuestro feminisimo actual. ¿Nos cabe a todas?
Este tema también nos obliga a revisar qué entendemos por feminismo. Un feminismo realmente inclusivo debería permitir que todas las mujeres —independientemente de su raza, origen o clase— puedan decidir sobre sus cuerpos y sus vidas sin ser juzgadas desde estereotipos o normas impuestas.
La maternidad subrogada no es el debate aquí
Es posible que muchas de nosotras no tomaríamos la misma decisión que Chimamanda. Pero si otras mujeres lo hacen, ¿las vamos a expulsar de la bandera del feminismo?
Mi debate no gira en torno a si una mujer debe recurrir o no a la maternidad subrogada. Lo que me importa es por qué seguimos aplicando un doble rasero al juzgar las decisiones de las mujeres, dependiendo de su raza, clase social o contexto cultural.
Este artículo es un llamado a reflexionar sobre cómo el feminismo, si de verdad lucha por la igualdad y la libertad, debe ser un espacio donde todas las mujeres —sin importar el color de su piel— puedan tomar decisiones sobre sus cuerpos y su maternidad sin miedo a la condena. Y si vamos a castigar, al menos seamos inclusivas también en eso.



