Reconciliarme con mi madre: feminismo intergeneracional

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Empecé a cuestionar la forma en que fui criada durante mi adolescencia, cuando descubrí que sentir no siempre era permitido. Al menos, no a mi manera. Llorar mucho, hablar de más, sentir intensamente… todo eso me convertía en “la dramática”. Y más tarde, en “la grosera” o “la malcriada”. 

Aprendí temprano que para ser escuchada tenía que silenciar partes de mí.

Crecí en una casa donde el amor nunca faltó, pero también venía lleno de exigencias. Mi madre lo dio todo: su tiempo, su energía, su alegría incluso, para asegurarse de que estuviéramos bien. Me enseñó lo que es ser mujer. Me enseñó que ser mamá es dar hasta que duela. 

Hoy, la miro y la entiendo más que nunca

Porque ahora soy madre yo también. Y aunque no comparto del todo su forma de crianza, la honro. Sé que hizo lo que pudo con las herramientas que tenía, como lo hacemos todas. Nuestra reconciliación llegó con los años, con las conversaciones, con los silencios menos pesados. 

Pero eso no borra lo que fue. No borra la niña que fui, a la que le dijeron muchas veces que exageraba. Esa niña todavía aparece cuando alguien me invalida, cuando me dicen que otra vez estoy “sobrerreaccionando”. 

Mi madre también fue hija 

Una vez empecé a cuestionar la forma en la que fui criada, y una vez hice las paces con eso, logré ver a mi madre de una forma más empática. Ella no siempre fue mi madre; ella también fue hija. También fue criada, como yo, con sus propios límites, miedos y moldes. 

Mi madre no tenía acceso a las herramientas que hoy yo tengo para decidir hacerlo distinto. Ella no tenía el lenguaje que yo tengo hoy para nombrar lo que a ella le dolía. Ella no sabía que podía hacerlo distinto a sus padres, y sin embargo, lo hizo

El feminismo me ayudó a ver a mi madre desde una perspectiva más compasiva. Me ayudó a dejar de comparar sus esfuerzos con los de mi padre, y a entender que, como mujer, ella también fue víctima del egoísmo y el narcisismo de un hombre, un padre que sólo se conformaba con enviar dinero y ver a sus hijas de vez en cuando. Un hombre que nunca dejó de cosificar a las mujeres

Los esfuerzos de mi madre por mantener una sonrisa ante sus tres hijas mientras era apuñalada por la espalda por quien debía acompañarla fueron silenciosos, pero hoy los veo.

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Reconciliación como elección (no como obligación) 

La reconciliación no significa estar siempre cerca ni perdonarlo todo. Está bien si no puedes perdonarlo todo, tampoco tienes que hacerlo. Muchas veces, la reconciliación es interna. Es darle un nuevo significado. Soltar culpas heredadas. Elegir hacerlo distinto. 

¿Y si la reconciliación no fuera olvidar lo que nos dolió, sino aprender a sostenerlo con compasión?

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