La nueva it girl es silenciosa, blanca y rica: ¿a quién sirve la “quiet luxury”?

No grita, no enseña logos, no baila en TikTok. Solo camina por calles empedradas con gabardinas beige, cara lavada y un bolso de 3.000 euros que parece normal. Así es la nueva it girl del quiet luxury

Esta tendencia promueve el lujo silencioso, la elegancia sin esfuerzo y la estética “limpia” sin ostentación. Un look que parece discreto pero que, en realidad, solo es accesible para quienes ya lo tienen todo. 

¿Qué es el quiet luxury?

Es el arte de aparentar que no quieres aparentar. Ropa de calidad, sin logos, de cortes básicos pero de marcas exclusivas. Es la estética de “yo no necesito demostrar nada porque ya pertenezco”. 

Las marcas se han subido al carro rápido: Loewe, The Row, Totême, Khaite… Y ahora también Zara y Mango, claro, versionando la tendencia para quienes no pueden pagarla pero quieren encajar. El resultado: una estética que se disfraza de sobriedad mientras oculta una maquinaria de exclusión de lujo. 

Blanca, rica y flaca: el algoritmo no se confunde

No es casualidad que la mayoría de los referentes de esta tendencia sean mujeres blancas, delgadas, cis y millonarias. No hay rastro de cuerpos grandes, pieles racializadas o estéticas

disidentes. Porque el quiet luxury no solo es ropa: es una actitud. Una que premia el silencio, la contención y la frialdad como signos de sofisticación. 

Es lo opuesto a la euforia, al color, al exceso, a lo queer, a lo latino, a lo drag, a lo popular. Y el algoritmo lo sabe. Los vídeos con estética quiet se viralizan más, porque venden una idea aspiracional: el lujo que no se nota, pero se intuye. Porque lo normativo vende. Lo discreto se interpreta como clase, como elegancia, como “buen gusto”. Y todo lo demás, como exceso. 

¿Por qué esto es un problema?

Porque camufla exclusión bajo el disfraz de la elegancia. Porque nos dice que ser más es ser menos. Que si hablas fuerte, si vistes con colores, si muestras tu cuerpo, eres vulgar, exagerada o pasada de moda. Que el lujo de verdad es el que se hereda, no el que se gana. Que el estilo se mide por lo que no dices, por lo que no enseñas, por lo que puedes permitirte rechazar. 

Y lo peor, lo viste de feminismo. Nos lo venden como empoderamiento, como una “reapropiación” del lujo por parte de mujeres. Pero en realidad solo se abre para un perfil muy concreto. Todo lo demás queda fuera. 

No es casualidad que esta estética se haya popularizado justo cuando hay una mayor presencia de cuerpos diversos, voces disidentes y expresiones caóticas en redes sociales. El quiet luxury es también una reacción conservadora: un intento de volver a encerrar a las mujeres y disidencias en una feminidad “correcta”. Una que no moleste, no desborde, no grite. 

Elegancia como control

El problema no es querer vestirse de forma sencilla. El problema es que lo simple se convierte en moral. Que la elegancia se asocia con lo contenido, y lo contenido con lo superior. Que se impone una estética blanca, rica y delgada como ideal universal, cuando en realidad es una minoría privilegiada jugando a que su forma de estar en el mundo es la única correcta. 

Porque en el fondo, la quiet luxury no está hecha para ser inclusiva. Está hecha para ser inaccesible. Para volver a poner límites, solo que esta vez sin logos y sin brillos. 

Ruido como resistencia

La estética quiet nos dice que el poder está en el silencio, pero ¿quién puede permitirse no gritar? Solo quienes ya han sido escuchadas toda la vida. Para el resto, hacer ruido no es una opción, es una necesidad. 

Vestirse con color, con historia, con memoria, no es solo una decisión estética: es una forma de existir en un mundo que preferiría que pasáramos desapercibidas. Por eso, lo ruidoso incomoda: porque trae preguntas, identidades, cuerpos e historias que no caben en el minimalismo blanco del privilegio.

No queremos ser parte de un lujo que se define por la exclusión. Queremos estéticas que abracen la vida real, las diferencias, lo complejo. Porque si hay algo verdaderamente elegante, es poder ser tú misma sin pedir permiso. Aunque moleste. Aunque no encaje. Aunque haga ruido.

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