Piel luminosa, cejas despeinadas, maquillaje imperceptible y pelo perfectamente desordenado. La estética clean girl ha inundado TikTok, Instagram y las campañas de belleza. Se vende como sinónimo de salud, autocuidado y naturalidad. Pero debajo del brillo de la piel hidratada se esconde un nuevo mandato estético: ser perfecta, pero que no se note.
Minimalismo, pero con filtros
La estética clean promete liberar a las mujeres del maquillaje recargado y la sobreproducción, en teoría. Pero en la práctica, impone una versión higienizada de la belleza que, paradójicamente, requiere tiempo, dinero y productos para alcanzar ese “aspecto natural”. No es casual que las principales referentes de esta tendencia sean mujeres blancas, delgadas, con piel sin acné y rasgos normativos.
Lo que se vende como minimalismo es, muchas veces, una performance de naturalidad que excluye a pieles con textura, manchas, cicatrices o tonos que no encajan con el ideal de lo “limpio”.
Un ideal que no todas pueden alcanzar
Para personas racializadas, trans, con cuerpos no normativos o discapacidades visibles, la estética clean girl no es solo difícil de alcanzar: directamente no las incluye. Las pieles oscuras no se iluminan igual bajo el mismo highlighter, y los estándares de “belleza sencilla” rara vez contemplan narices anchas, labios gruesos o cabello afro. Tampoco hay espacio para la disidencia de género: la “chica limpia” es, ante todo, femenina, suave, complaciente.
Como ya ha pasado con otras modas, la industria toma elementos de comunidades diversas como el moño bajo con gel, los aros grandes, las uñas cuidadas y los blanquea hasta volverlos aceptables, cuando los lleva la persona correcta.
Lo estético se vuelve moral
El problema no es solo estético, sino moral. La clean girl es productiva, saludable, organizada. Es la chica que madruga, hace yoga, toma batidos verdes y tiene la piel perfecta como reflejo de su autocontrol. Así, el cuidado personal se convierte en una forma de validación moral. Si tienes acné, si no puedes permitirte una rutina de diez pasos o simplemente no quieres encajar en ese molde, la narrativa te culpa porque “no estás haciendo lo suficiente».
¿Natural o normativo?
Lo que se presenta como “belleza natural” no es realmente natural: es un estándar normativo disfrazado de simplicidad. Y como todo estándar, es excluyente. Invisibiliza la grasa corporal, el vello facial, las arrugas, las estrías, las marcas del tiempo y la vida real.
Además, refuerza un viejo mensaje con ropa nueva: debes ser bella, pero sin esfuerzo. Debes cumplir el ideal, pero sin parecer que lo intentas demasiado. Una presión que sigue recayendo principalmente sobre las mujeres.
Necesitamos romper el molde, no pulirlo
La estética clean girl no es el enemigo. Muchas personas disfrutan de ese estilo sin intenciones normativas. El problema aparece cuando se convierte en el único ideal visible, cuando las plataformas amplifican una sola forma de ser bella, y cuando se castiga de forma explícita o sutil a quienes se salen de ese marco.
Romper con esta trampa no es dejar de cuidarse, sino ampliar los referentes. Mostrar pieles reales, cuerpos diversos, estéticas caóticas, y también la opción de no estar siempre lista para una foto. Porque si la naturalidad se convierte en una obligación, ya no es libertad, es otra forma de opresión con buen packaging.



