El racismo no siempre se manifiesta de forma evidente. A veces, opera a través de filtros más sutiles, como el colorismo: la discriminación dentro de comunidades racializadas basada en el tono de piel. En la industria del entretenimiento, la moda y la publicidad, ser racializado ya no es un obstáculo… siempre que no lo seas “demasiado”.
Hollywood y la piel “aceptable”
El cine y la televisión han abierto espacio a actores racializados, pero con condiciones. Zendaya, una de las actrices más exitosas del momento, ha hablado sobre su “privilegio de piel clara” en Hollywood, reconociendo que las oportunidades que recibe no son las mismas para actrices negras con piel más oscura. Mientras ella protagoniza campañas de lujo y grandes producciones, artistas como Danielle Brooks o Lupita Nyong’o enfrentan menos oportunidades y papeles limitados.
Moda: diversidad con límites
Las pasarelas han abrazado el discurso de la inclusión, pero lo han hecho con límites. La diversidad en la moda se celebra… siempre que no desafíe los estándares blancos. Se repite un patrón: modelos racializadas, sí, pero de piel clara, con rasgos eurocéntricos y cuerpos normativos. Adut Akech, una de las pocas modelos negras con verdadera visibilidad internacional, ha denunciado cómo la industria privilegia una versión de inclusión que no incomode demasiado.
Marketing y el “tono perfecto”
Las marcas han entendido que la representación vende, pero su idea de inclusión suele ser selectiva. En campañas publicitarias, se ven modelos mestizas, de piel dorada o ligeramente morena, mientras que las personas negras, afrodescendientes o indígenas siguen siendo una rareza en los anuncios de moda y belleza. Lo que se vende como diversidad muchas veces no es más que un espejismo cuidadosamente curado.
No es representación si sigue habiendo exclusión
El colorismo es otra cara del racismo. No basta con incluir rostros racializados si seguimos viendo el mismo patrón de privilegio dentro de la diversidad.
Tampoco es representación real si se invisibiliza sistemáticamente a quienes no encajan en los cánones cis, hetero y eurocéntricos. Las personas racializadas con piel más oscura, cuerpos no normativos o identidades LGTBIQ+, siguen siendo una rareza en las pasarelas, en las pantallas y en las campañas de moda. La industria aplaude la inclusión siempre que no la incomode.
La diversidad no puede medirse con una paleta de colores ni limitarse a la estética. Necesitamos una representación que abrace lo complejo, lo auténtico, lo interseccional. Porque si seguimos dejando fuera a quienes no cumplen con el “tono perfecto”, la inclusión seguirá siendo una ilusión más.



