Baños públicos y disforia: el miedo de existir en espacios divididos por género

Imagen creada con IA

Ir al baño es una de las necesidades más básicas del ser humano. Sin embargo, para muchas personas trans, es también un momento de ansiedad, incomodidad y miedo. Los baños públicos, diseñados bajo una visión binaria del género, se convierten en un espacio hostil donde el cuerpo es puesto a prueba.

Entrar en el baño “correcto” no siempre es una opción segura. Usar el baño que corresponde a la identidad de género puede implicar enfrentarse a miradas de sospecha, comentarios incómodos o incluso violencia. Usar el baño que se les asignó al nacer puede ser aún peor, intensificando la disforia y exponiéndoles a situaciones dolorosas.

Este no es un problema abstracto o lejano. Es una realidad del día a día.

¿Dónde hago pipí si no hay un váter para mí?

Para los hombres trans, la disforia se amplifica cuando los baños masculinos no tienen tazas de váter o en algunos casos ni tan siquiera puertas. Muchos espacios solo cuentan con urinarios, como si todos los hombres orinaran de pie. Para quienes necesitan sentarse, esto se convierte en un problema real: ¿qué hago si no hay una opción para mí?

El diseño de los baños no sólo refuerza una visión limitada del género, sino que también ignora las necesidades de muchas personas. Las puertas de los cubículos, en algunos casos, son tan cortas que si alguien se agacha, puede quedar expuesto. Para alguien con disforia, esto no es sólo incómodo, es aterrador.

La falta de privacidad y de opciones genera ansiedad. Algunas personas trans optan por no beber líquidos cuando salen de casa para evitar tener que enfrentar esta situación. Otras desarrollan estrategias para ir al baño lo menos posible. Nadie debería tener que planificar su día en función del miedo a ir al baño.

La disforia, el cuerpo y la sociedad

Este problema no se reduce solo a la arquitectura de los espacios, sino que es un reflejo de cómo la sociedad sigue sin aceptar la existencia de los cuerpos trans. Se les exige que se adapten, que encajen y que no incomoden. Pero, ¿por qué siguen siendo las personas trans las que tienen que cambiar, en lugar de cambiar los espacios?

El discurso de “solo usa el baño que te corresponde” ignora que muchos lugares siguen sin ser seguros para la comunidad trans. El miedo a ser increpado, echado o incluso agredido hace que una simple ida al baño se convierta en un problema constante.

La solución: baños inclusivos ya

La respuesta no es complicada. Baños con cubículos individuales y espacios diseñados para la diversidad de cuerpos beneficiarían a todas las personas. No solo a las personas trans, sino también a personas con discapacidad, padres con niños pequeños y cualquier persona que necesite más privacidad.

Poder ir al baño sin miedo no debería ser un privilegio. Es una necesidad básica y un derecho que no es cuestión de debate. Es momento de dejar de cuestionar la presencia de las personas trans en los espacios públicos y empezar a garantizar que esos espacios sean seguros para todas las personas.

Porque nadie debería sentir ansiedad por algo tan básico como hacer pipí.

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