La espiritualidad y el peligro de los términos: una reflexión sobre los roles de género… ¿también en el “alma”?

baraja de cartas del tarot

Dentro del discurso de la espiritualidad –como en otros tantos, pero hoy nos centramos en este epicentro–, es común escuchar referencias por doquier sobre las «energías masculinas y femeninas» como conceptos clave para el equilibrio del ser humano. Es recurrente el mensaje de que todos poseemos ambas, en distintos grados y que su armonización es esencial para el desarrollo personal. Sin embargo, esta terminología, lejos de ampliar nuestra comprensión del ser humano, independientemente de ayudar a poner orden a nivel psicosocial, sigue unas categorías de género tradicionales que han sido impuestas culturalmente y no cualitativamente. 

¿Dónde empieza la compasión femenina y acaba la obra masculina?

¿Hay entonces…compartimentos energéticos? O la pregunta de siempre, si nos atrevemos a entrar en filosofías mayúsculas; ¿Cuál defiendes que es la razón última de la existencia del género

Si bien es más que evidente que estas categorías intrínsecas al lenguaje, aún son funcionales en el contexto social actual y brindan cierta comodidad al pensamiento estructurado, se entiende que la espiritualidad, que debería ser un espacio de cuestionamiento y expansión, tiene el potencial de liberarnos de estas definiciones. En lugar de perpetuar de manera inconsciente estos constructos, podríamos replantear cómo describir nuestras cualidades sin necesidad de enmarcarlas en términos heredados

Hablar de energías masculinas y femeninas sin revisar su significado

Hablar de energías masculinas y femeninas, incluso aquí, sin revisar qué entendemos por «masculino» y «femenino» refuerza ideas limitantes. Estas etiquetas pueden servir como símbolos, pero a nivel conceptual, se convierten, sí o sí, en esquemas que restringen la exploración del ser

Indudablemente, la lógica, la acción, la empatía o la intuición no pertenecen a un etiquetado. Son sentires parte de la experiencia humana.

En lugar de seguir utilizando categorías que fragmentan nuestra identidad, se debería centrar un foco para fijarnos más en la virtud de reconocer todas nuestras capacidades. Sin necesidad de validarlas dentro de un marco, que para colmo, ya viene dado, por la repetición y el tiempo. 

Hacia una espiritualidad sin etiquetas restrictivas

La espiritualidad debería ser un espacio de crecimiento y libertad, no un marco que reproduzca las estructuras que intentamos trascender. Desde la naturalidad y el cauce del lenguaje. Y la cuestión no es la existencia de categorías, sino como se exponen en el mundo. No somos el sentir o el hacer. No es lo que nos diferencia. Y si lo hace…¿Por qué y de dónde viene? El mar de reflexiones se abre una vez más, en este mundo en el que solo desconocemos. 

Pero no basta con reflexionar sobre nuevas formas de hablar, compartir, saber: hay que obrar en ello desde la compasión y la honestidad, además de actuar en consecuencia. Cambiar nuestra manera de expresarnos es un paso hacia una espiritualidad más auténtica y libre. Y puede que sea un buen cauce para acabar con el dolor profundo de las desigualdades. La comunicación con el ser, al final, es la clave de todo. El comienzo de un buen día para uno mismo y el prójimo.

Share this post :

Facebook
X
LinkedIn
Threads