La lucha de Jenni Hermoso ante la RFEF: el juicio a Rubiales llega a su fin

Jenni Hermoso durante el juicio / Reuters

Hoy finaliza el juicio contra Luis Rubiales por el beso no consentido a Jenni Hermoso, y si algo ha quedado claro en estos días de audiencia es el contraste brutal entre la solidez del testimonio de la víctima y la estrategia desesperada de la defensa. Entre peritajes insostenibles, justificaciones infantiles y ataques a la credibilidad de la futbolista, lo que se ha visto en la Audiencia Nacional no es solo un proceso judicial, sino un reflejo de la cultura de impunidad que durante décadas ha protegido el machismo en el deporte.

La farsa de la defensa: besos a hijas y peritos sin acreditación

Luis Rubiales, sin mirar a los ojos a la fiscal en ningún momento, intentó defenderse con argumentos que rozan lo ridículo: “Cuando veo a mis hijas a fin de año o cuando aprueban las asignaturas nos damos un pico” o “Me comí a besos a un montón de futbolistas, me ha pasado con compañeros de fútbol…”.

Porque, claro, ¿qué mejor manera de justificar una agresión que trivializándola hasta el absurdo? Como si el afecto entre familiares o compañeros de equipo en un contexto de confianza mutua pudiera compararse con la imposición de un beso y en una final mundialista, frente a millones de espectadores, en un claro abuso de poder.

Por si fuera poco, la defensa presentó como perito a David Morillo, presidente de la Agrupación de Personas Sordas de Granada, para realizar una supuesta lectura de labios de Rubiales. Sin embargo, la Confederación Estatal de Personas Sordas confirmó a Relevo que no existe titulación oficial para esta práctica, desarmando cualquier credibilidad del testimonio.

Además, la traductora de Morillo, Laura Martín, resultó ser su secretaria, lo que añade otro eslabón de irregularidad a esta estrategia desesperada. ¿A qué nivel de manipulación llega una defensa cuando necesita apelar a ‘expertos’ sin acreditación?

Rubiales durante el juicio / EFE

La revictimización de Jenni Hermoso: ¿por qué sonríe?

La fiscal del caso, Marta Durántez, expresó con contundencia la indignación que muchas mujeres sienten al ver cómo una víctima debe justificar cada gesto posterior a una agresión: “¿Hasta cuándo vamos a exigir a la víctima de una agresión sexual un comportamiento heroico? ¿Acaso ella no tenía derecho a celebrar un triunfo deportivo de tal entidad?” Jenni Hermoso ha tenido que soportar preguntas absurdas sobre por qué sonreía después del beso, por qué bebió champán, por qué celebró con su equipo, como si su alegría anulara el abuso que sufrió.

No es la primera vez que una mujer en un juicio por violencia de género debe enfrentar esta estrategia: si lloras, exageras; si no lloras, mientes. En 2025, la justicia sigue evaluando a las víctimas bajo la lupa de la ‘reacción esperada’, ignorando el impacto emocional, la confusión y la presión social que muchas veces impiden una respuesta inmediata.

El pacto de silencio y las presiones

El testimonio de varias futbolistas y testigos cercanos a Hermoso revela un patrón de presión sistemática para silenciar el caso. Alexia Putellas relató cómo Jenni se quebró en llanto tras las presiones de Rubiales, mientras que Irene Paredes mencionó que el expresidente intentó victimizarse diciéndole: “Me están tachando de violador”.

El hermano de Jenni también confirmó que Jorge Vilda, exseleccionador, -y también acusado por coacciones a Hermoso- lo presionó para que la jugadora grabara un video exculpando a Rubiales, advirtiéndole sobre las “consecuencias profesionales” que todo esto podría tener para su carrera. Lo mismo intentaron con Ivana Andrés, quien también recibió presiones para grabar una declaración favorable.

Estos hechos demuestran que el abuso de poder no terminó en el escenario de la final, sino que continuó en las sombras, con mecanismos de intimidación que recuerdan prácticas propias del patriarcado más rancio, e inclusive llegó a la fase del juicio, donde además se intentó ridiculizar nuevamente actitudes de otras futbolistas como Misa Rodríguez, a quien acusaron de hacer “berrinche” tras enterarse de que no sería titular en los cuartos de final de la copa.

Montse Tomé y la ‘casualidad’ de no convocar a Jenni

Montse Tomé, seleccionadora de la absoluta, intentó justificar la ausencia de Jenni en la primera convocatoria tras el Mundial con dos versiones contradictorias: primero, argumentó razones deportivas; después, dijo que fue para ‘protegerla’ de los medios. A lo que el abogado de Hermoso, Ángel Chavarría, respondió con una pregunta clave: “¿Me quiere decir que hay, un mes después, hechos deportivos que hacen que no sea convocada?”. La ausencia de Hermoso fue, evidentemente, una represalia encubierta.

Un juicio con impacto global

Este proceso no es solo sobre un abuso sexual. Es un juicio que expone los abusos de poder en el deporte, el silenciamiento de las mujeres y la revictimización constante de quienes se atreven a hablar. Como bien dijo la fiscal: “Tuve que formular todas estas preguntas para demostrar que no consintió ese beso. Y claro que le afectó: le afectó a su estado de ánimo, a su dignidad y a su libertad sexual”.

Mientras la defensa se aferra a justificaciones vergonzosas, la lucha de Jenni Hermoso y de todas sus compañeras se alza como un grito de resistencia. Porque, como dejó en claro el movimiento #SeAcabó, ya no hay vuelta atrás. El fútbol femenino no solo ha ganado un Mundial, también ha conquistado un espacio donde la impunidad tiene cada vez menos margen de acción. Y esa victoria es imparable.

Imagen de Jenni alzando la copa
Jenni en la final del Mundial / Instagram

A la espera del veredicto final del juez José Manuel Clemente Fernández-Prieto González, se espera una condena que marque un antes y un después en la lucha del fútbol femenino, que lleva años denunciando y reclamando diferentes situaciones de las que han tenido que ser víctimas muchas de las futbolistas de la absoluta, desde Ignacio Quereda a Luis Rubiales, entre otros.

Para los acusados, la Fiscalía solicita: Luis Rubiales enfrenta una petición de 2 años y medio de cárcel por agresión sexual y coacciones, mientras que Albert Luque, Rubén Rivera y Jorge Vilda podrían ser condenados a 1 año y medio de prisión cada uno, también por coacciones.

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