Mamá cafeína
Mamá se encarga de todo. Hace la comida, plancha las camisas del uniforme y da de comer a mi hermano Juan mientras la sopa de la cena hierve en la olla. Llega del trabajo a las 18:00 y nunca parece cansada. Juega con nosotros, nos ayuda con los deberes y sigue moviéndose sin descanso. Toma tres cafés al día, nunca se sienta y siempre está acelerada.
A veces riñe mucho, sobre todo por las mañanas. Juan se resiste a ponerse el uniforme y mami debe subir a su habitación para lograrlo. A mí no me gusta lavarme los dientes y ella insiste una y otra vez: “Si no te lavas los dientes, te saldrán caries”. Es buena, aunque algo insistente.
PAPÁ es muy divertido. Durante la semana apenas le vemos. Toma su café por la mañana y sale directo al trabajo. Mamá nos lleva al cole. Aunque ambos terminan su jornada laboral casi a la misma hora, él tiene partido de pádel. Juan y yo esperamos en la puerta de casa a las 20:00 para recibir su gran abrazo lanza-niños, que nos dispara al cielo. Es gracioso y fuerte. Luego se ducha y, después de cenar aquello “súper sano y verde” que mami preparó, le pedimos que nos cuente un cuento. Ya sabemos la respuesta: está cansado y necesita “su momento”. Entonces, mami nos da su beso de buenas noches.

El peso invisible de la maternidad
Cuando somos pequeños, crecemos creyendo que mamá es incansable, perfeccionista y siempre responsable. No importa si está enferma o si trabaja dentro o fuera de casa, su presencia se da por sentada. En cambio, la figura paterna aparece en momentos clave: abrazos fuertes, juegos divertidos, alguna actividad deportiva.
En artículos anteriores hemos hablado de la carga mental que soportan la mayoría de las mujeres. Sin embargo, esta se hace más evidente cuando se trata de la maternidad.
Mamá sabe cuándo falta algo tan simple como el papel de aluminio. Organiza los regalos de Navidad, las citas médicas de Juan, asiste a reuniones del colegio y contesta en el grupo de WhatsApp de la clase 1º A, creado por otras madres. Papá, aunque dulce, presente y cariñoso, suele “ayudar” con tareas previamente planificadas y gestionadas por ella.
Paternidad vs maternidad
Este desequilibrio provoca una percepción desigual entre paternidad y maternidad. Se proclama «padrazo del año» a quien cuida de sus hijos un fin de semana o cambia un pañal, mientras las madres realizan estas tareas a diario sin recibir reconocimiento.
La sociedad idealiza a los padres por cumplir con lo que debería ser una responsabilidad compartida. En contraste, a las madres se les exige entrega absoluta, sin descanso ni quejas. No pueden ser «demasiado duras» ni «demasiado blandas».
Así, los niños aprenden que mamá se desvive y papá «hace el esfuerzo». Mamá no descansa, papá «necesita su momento». Mamá es incansable, papá es un héroe.
La maternidad bajo el ojo público
Esta desigualdad no solo ocurre en los hogares, sino también en el ámbito público. Cuando una mujer famosa asiste a un evento o retoma su carrera después de ser madre, la pregunta es inevitable: «¿Y quién cuida a tus hijos?».
En cambio, a los hombres no se les cuestiona de la misma manera. Un actor en una alfombra roja nunca tiene que explicar quién cuida a sus hijos. Pero una cantante, actriz o deportista siempre se enfrenta a esta interrogante, como si su éxito profesional fuera incompatible con la crianza.
Cuando Serena Williams volvió al tenis tras dar a luz, las entrevistas giraban en torno a cómo conciliaba maternidad y deporte. Mientras tanto, a Roger Federer nadie le preguntó cómo compaginaba su carrera con la paternidad de sus cuatro hijos.
Este doble rasero se hace más evidente cuando las madres deciden salir de fiesta o tomarse un respiro. Si una mujer famosa disfruta una noche con amigas o unas vacaciones sin sus hijos, los comentarios de indignación no tardan en aparecer. En cambio, cuando un padre hace lo mismo, se asume que simplemente está disfrutando de su vida.
El mensaje es claro: las madres son solo eso, madres. Desde el momento en que das a luz, dejas de ser tú para convertirte en «mamá». La entrega debe ser total, sin pausas ni espacios para una misma. La paternidad, en cambio, es flexible, un rol que se ejerce «cuando toca» sin perder el derecho a una vida propia.



