«Recibí la carta que me enviaste y la volví a leer. La besé por todas partes y me la acerqué. No me importa decirte que estoy llorando. Simplemente no veo cómo puedo soportarlo más. Te quiero mucho, Ted». – Janet, admiradora de Ted Bundy.
Ted Bundy fue uno de los asesinos en serie más atroces de la historia. Durante la década de 1970, secuestró, violó, torturó, asesinó y mutiló al menos a 30 mujeres. Sin embargo, se sospecha que el número real de víctimas fue mucho mayor.
Usaba su apariencia encantadora y unas muletas que simulaban fragilidad para atraer a sus víctimas antes de atacarlas brutalmente. Algunas fueron golpeadas hasta la muerte, otras estranguladas y, en varios casos, cometió necrofilia con sus cuerpos.
Su sadismo y frialdad lo convirtieron en un verdadero psicópata, pero, aun así, muchas mujeres lo admiraban y le enviaban cartas de amor mientras esperaba su ejecución.
De criminal a ícono del True Crime
En la historia criminal, algunos asesinos en serie han trascendido de psicópatas a íconos mediáticos, como si de cantantes o modelos se tratase. Su presencia ha generado admiradores, imitadores y hasta una especie de culto en torno a su figura, especialmente si hablamos de asesinos hombres.
En contraste, las víctimas, siendo estas en su mayoría mujeres, quedan relegadas a simples números, a una estadística o, peor aún… al más absoluto olvido.
Richard Ramírez: “Night Stalker” y su boda en prisión
Richard Ramírez, conocido como Night Stalker, sembró el terror en California entre 1984 y 1985. Asaltaba hogares durante la noche y atacaba a sus víctimas con una brutalidad extrema. Sus crímenes incluían asesinatos, violaciones y torturas, sin seguir un patrón específico de edad o género.
Desde ancianos hasta niños fueron víctimas de su sadismo. Dejaba mensajes satánicos en las escenas del crimen y exigía a sus víctimas que “juraran por Satán”. Fue arrestado en 1985 y sentenciado a muerte.
Sin embargo, a pesar de sus crímenes atroces, Ramírez recibió cientos de cartas de admiradoras en prisión. Cindy Haden, quien no solo le escribió con frecuencia, sino que llegó a casarse con él en 1996, lo describió como «atractivo y fascinante», ignorando por completo la brutalidad de sus crímenes.
Su relación simboliza la oscura atracción que ciertos criminales ejercen sobre algunas personas, un fenómeno conocido como hibristofilia.
La fascinación por los asesinos en serie: ¿una cuestión psicológica o mediática?
Sin duda, la hibristofilia podría ser una de las razones por las que muchas de estas figuras despreciables y sádicas han recibido tanta admiración y relevancia en la sociedad. Pero es innegable que el sistema y los medios contribuyen a este fenómeno.
Desde Charles Manson hasta Ted Bundy, pasando por Jeffrey Dahmer y Richard Ramírez, han cosechado seguidores, cartas de amor e incluso propuestas de matrimonio.
Esta fascinación se debe en parte a la narrativa mediática, que los envuelve con un aura de misterio, inteligencia y carisma. Documentales y películas han contribuido a construir una imagen estilizada de estos criminales, desplazando la brutalidad de sus crímenes para centrarse en su psicología o en aspectos superficiales como su atractivo físico.
Se tiende a creer que los asesinos en serie son personas sumamente inteligentes, con una mente extremadamente complicada.
Este tipo de pensamiento contribuye a romantizar la figura de estos criminales, cuando en realidad, en su mayoría, eran tipos mediocres, que gracias al sistema machista y racista en el que vivían podían cometer crímenes sin ser juzgados por su apariencia.
El caso Jeffrey Dahmer: racismo y negligencia policial
Uno de los casos más impactantes donde se evidencia el sesgo racial en la actuación policial fue el de Jeffrey Dahmer. En 1991, Dahmer logró evadir la captura tras ser descubierto con Konerak Sinthasomphone, un niño de 14 años al que había inyectado ácido en el cerebro en un intento de zombificación.
El menor, gravemente herido y desorientado, logró escapar, pero la policía creyó la versión de Dahmer. Él dijo que era su pareja y que estaba borracho.
Como Dahmer era un hombre blanco en un barrio de mayoría negra, y la policía solía ignorar las denuncias de esta comunidad, los agentes lo dejaron marcharse con la víctima, quien poco después fue asesinada.
La invisibilización de las víctimas
En muchos casos, los juicios de asesinos en serie han estado marcados por una narrativa que minimiza el sufrimiento de las víctimas y, en cambio, humaniza a los victimarios. Se les da voz y espacio en los medios para contar su historia, se estudian sus traumas infantiles y sus motivaciones, pero rara vez se habla en profundidad de las mujeres a las que asesinaron y de cómo sus vidas fueron truncadas.
Además, la manera en que se presentan las víctimas en los medios a menudo contribuye a su invisibilización. En el caso de asesinos que mataban a trabajadoras sexuales, como Jack el Destripador o Gary Ridgway, se ha tratado a las víctimas como figuras anónimas, reduciéndolas a su ocupación y no a su humanidad.
En otros casos, las víctimas son culpabilizadas, cuestionando por qué estaban en ciertos lugares o por qué confiaron en sus agresores, como ocurrió con las víctimas de Bundy y de Ramírez.
Son pocos los productos mediáticos que han puesto el foco en las víctimas, sus historias y el impacto de sus muertes en sus familias y comunidades.
Un cambio en la narrativa podría ayudar a desmontar la peligrosa fascinación que rodea a estos personajes y devolver el protagonismo a quienes realmente importan: las personas inocentes que perdieron la vida a manos de estos depredadores.



