El binarismo de género es un yugo que constriñe a cada unx de nosotrsx, y romper con él es reivindicar una forma de libertad. Este artículo propone explorarla, con las experiencias y las voces de dos personas no binarias. Tarzán se define como una persona trans no binaria de 20 años y se desenvuelve en el ámbito artístico. Jeanne, fotógrafa, se define como una persona no binaria con apego a su género femenino de nacimiento. Con ellxs se tratan temas relacionados tanto a las relaciones personales como a la relación con el cuerpo, la expresión y la inclusión en la sociedad.
La relación con el mundo
El concepto de binarismo impuesto por la sociedad desde edades tempranas no es necesariamente adquirido para quienes buscan su lugar. Para Tarzán, la heterosexualidad no es algo que entienda.
Confiesa que se lo planteó desde muy joven, desde el final de la escuela primaria, primero con el “género fluido” (“gender fluidity”) y luego con el término no binarismo, lo cual fue una revelación. Jeanne tampoco entendía muy bien las “casillas” donde no encajaba y “nunca se consideró una niña”.
El hecho de poner palabras, de sentirse alineadx con un concepto amplio y benévolo es en sí mismo liberador. “Ha sido una revelación loca, no estoy solx, somos muchxs, ¡hasta tenemos una bandera!”, se entusiasma Tarzán.
Ponerle palabras gracias a otras personas, otros testimonios y de manera general el uso más común de la palabra permite también abrir nuevos campos, nuevas posibilidades. Para Jeanne, su género femenino de nacimiento “no es suficiente, es demasiado estrecho y a menudo no coincide con quien soy”, es en el género neutro donde se siente más a gusto.
La importancia del nombre
El nombre es muy importante en el proceso de la identidad no binaria. “Ha sido una lucha durante mucho tiempo”, nos confiesa Tarzán.
Su elección también depende de la gente que le rodea: así Tarzán nos comenta sobre utilizar tres nombres distintos, en función de la transfobia que sea capaz de tolerar, pero también de las personas con las que habla, “por miedo y por pereza de educar a la gente, de demostrarles que tengo un lugar en una sociedad que no me quiere”.
Entonces adoptó un nombre de “facilidad”, uno de transición y otro de confrontación (respectivamente Jane, Bermudes, Tarzán). Socialmente, esta elección es crucial. En cuanto a Jeanne, por su historia personal, no ha cambiado su nombre, aunque dice apreciar mucho otro nombre masculino.
Elegir y asumir su nombre es identificar y definir su lugar en el mundo, una forma de hacer aceptar su propia singularidad, de estar en armonía con sí mismx.
Un cuerpo propio y ante la mirada de los demás
Tarzán ha tenido una relación complicada con su apariencia física. Su cuestionamiento sobre su género se ha visto marcado por la disforia y el malestar físico. A los 15 años, mal aconsejadx por un farmacéutico, se vendó el pecho con bandas para tobillos, cuando esto podría haberle provocado un colapso de la caja torácica.
Hoy, aunque su relación con su cuerpo se haya sosegado un poco, ha iniciado un procedimiento de mastectomía. Considera que, debido a que el cuerpo femenino es un tema tabú, provoca mucho sufrimiento a las personas que nacen de sexo femenino.
¿Qué es el género en realidad?
Tarzán describe aquí una realidad demostrada por muchas autoras feministas: el cuerpo de las personas que nacen de sexo femenino es normalizado por la sociedad y cosificado para la mirada masculina, invisibilizando realidades complejas y variadas como la menstruación y las estrías.
Jeanne tiene una relación diferente con su cuerpo. Se ha conformado con la feminidad al crecer porque las normas la han empujado a esa “caja”. Quiere representar las diferentes dimensiones del género no binario encarnando un perfil diferente, femenino, que viste faldas y tiene pelo largo, lejos del estereotipo andrógino.
Para ella, el género no binario no es sólo una cuestión de apariencia, es sobre todo un proceso mental. Su acercamiento al cuerpo también se refleja en su obra. Fotografía a personas queer en sus casas, desnudxs o semidesnudxs. La idea es dejar espacio a lo natural para que contraste con la estética queer, a menudo muy trabajada en la ropa y el maquillaje.
Las consecuencias de la mirada de lxs demás sobre los cuerpos no binarios son más o menos positivas. Si esto permite una liberación personal, como para Jeanne, que afirma: “Me siento más liberada del mandato de complacer. Esta etiqueta no binaria es más personal y me permitió liberarme de la mirada de lxs demás, muy sexualizante”, no quita que los juicios de lxs demás siguen siendo muy dañinos.
En la escuela, Tarzán fue acosadx por su apariencia andrógina, y otrxs jóvenes le desnudaron en público para ver si tenía senos. Hoy, el “misgendenring” es su rutina diaria porque su expresión de género no es binaria.
Transfobia, carga mental y emancipación
La libertad de asumirse a sí mismx, de haberse comprendidx, a veces no es suficiente para ser aceptadx en la sociedad.
Afirmarse del género no binario conlleva una transfobia generalizada que, para Tarzan, “ya existía antes, ya era muy molesto, pero desde que estoy out, es aún más fuerte”. Frente a normas de género arraigadas en mentalidades, “la existencia de personas no binarias plantea muchos interrogantes”.
Esto complica en particular las interacciones sociales donde lucha, miedo y fatiga se entrelazan a diario. Tarzán comenta: “mi entorno tiene miedo de las reacciones de lxs demás, miedo a las preguntas, miedo a que les hagan preguntas”.
A esto se suma el cansancio de tener que justificarse y la ineludible facilidad para escapar: “Tengo una identidad de género que hace que la gente haga preguntas, y a veces no quiero responder, por pereza y debido a la falta de información que existe”. Por temor a incomprensiones, trampas, discriminaciones o juicios, la palabra, en ocasiones, se ve reducida al silencio.
La libertad de género, algunas veces, representa un gran peso sobre los hombros: un concepto social que hay que deconstruir. A través de diálogos, Tarzán intenta, por ejemplo, educar a las personas con las que habla. Porque cuando se trata de cuestiones de sexualidad y género, hay una gran brecha en cuanto a la educación sobre el cuerpo y el acceso a la información, o incluso la desinformación.
Es hora de desmitificar el cuerpo y permitirse identificarse sólo si se quiere. Para Jeanne también es importante hablar lo más posible de la no binaridad para “mostrar diferentes perfiles, para desensibilizar”.
La trans identidad representa un trabajo cotidiano, especialmente en relación conmigo mismo.
Si Tarzán decidió hace mucho tiempo dejar de intentar encajar en la sociedad, ahora se siente más libre con lxs que le rodean. Sobre todo, al trabajar a nivel de la legitimidad -la legitimidad de existir, la legitimidad de ser trans no binario- está empezando a sentirse más libre.
Para Jeanne, la libertad siempre ha ocupado un lugar fundamental de su vida y “siempre ha luchado por conseguir más libertad”.
Una sociedad inadaptada
Tanto Jeanne como Tarzán tienen una relación bastante crítica con la sociedad en la que viven. Consideran el capitalismo como un problema estructural fundamental que agrava las desigualdades. Para Jeanne, el capitalismo instrumentaliza los movimientos sociales para alzar a las personas entre ellas en lugar de pensar en derrocar el sistema.
Esto con el fin de que el sistema siga alimentándose y que un puñado de personas se enriquezca a costa de las masas. Tarzán denuncia, por ejemplo, a lxs médicxs que hacen durar las operaciones de transición más de 1h30 para sobrepasar los límites de la seguridad social y que las personas trans tengan que pagar honorarios.
Si bien consideran que la sociedad aún no está lo suficientemente deconstruida e inclusiva en cuestiones de género, perciben la transfobia sistémica de diferentes maneras. Tarzán denuncia a lxs funcionarixs del registro civil y universitarixs, no capacitadxs en cuestiones de transidentidad y, por lo tanto, desfasadxs y negando su existencia.
El entorno médico, aún pendiente de mejorar
Pero el mayor problema reside en el entorno médico: un entorno peligroso donde se ejerce mucha violencia y donde muchxs psiquiatras abusan de su poder. Jeanne, por su parte, más bien evoca momentos en los que ocultó su identidad, más por miedo a ser juzgada que por discriminación.
Su relación con el activismo también difiere. Tarzán encuentra fuerza en los círculos activistas queer y feministas y sigue cuentas comprometidas en Instagram para informarse. De su lado, Jeanne, ha tenido una mala experiencia en una asociación de estudiantes y no se siente cómoda en grupos unidos por una idea, donde siente que se coarta la libertad de expresión: “Para mí es muy problemático que me digan cómo tengo que pensar”.
Ambxs son bastante críticos con el funcionamiento de la sociedad actual, fuente de muchas desigualdades. Comparten un compromiso, un deseo común de cambiar las cosas, ya sea a nivel educativo, político o medioambiental.
La libertad de elegir cómo vivir
En el trasfondo de estos testimonios, la libertad aparece como un aspecto central en sus vidas. Para Jeanne, se trata de “poder tomar todas las decisiones que me corresponden sin que nadie me diga que no son las correctas. Vivir sin miedo”.
Tarzán evoca “el mundo que te prometen cuando eres niñx y al crecer te das cuenta de que no puedes ser lo que quieres ni hacer lo que quieres porque la sociedad te lo impide” y fomenta “todas las luchas de lxs oprimidxs, de lxs que buscan la libertad que les prometieron y aún no la encuentran”.
Cada unx se otorga esta libertad de existir, en sus propios términos y condiciones, sin imponerse, simplemente para liberarse de un marco estrecho que no les conviene. Esta voz es también una fuerza poderosa contra un sistema dominante que intenta constantemente canalizarnos.
La libertad de ser unx mismx, sin ser cuestionadx, ¿no debería ser el fundamento intangible de las relaciones humanas?



